sábado, marzo 06, 2010

Como personaje de novela, imitando un villano resentido que incuba su odio por tardes y noches infinitas, siento durmiendo en mi estómago la repulsión que me provoca su solo nombre. Así, sin querer me convierto en el acosador que lo persigue, el loco de la película que recorta y colecciona las noticias que alaban su brillante carrera, su indudable lugar en el último movimiento literario de importancia para continente y su lengua. Miro sus ojos blanco y negro, los de su retrato recortado, retando aún al pasado, a penas se abren para decretar que han salido invictos de la guerra que los nuestros, a pesar de ser muchos más, no pudieron ganar.
Esta tarde sin quererlo me topo con su reconocido nombre, reconocido por el padrino mayor como uno de "sus" cinco apuestas, el café me sabe más amargo y aún más frío. Su sereno triunfo en los circulos de aquí y de allá me atormenta, me siento enferma pero reconozco que mi padecimineto no es físico. La gravedad de mi condición se aloja en la terquedad, en el no saber dejar ir que no conseguí en la juventud y que, con la suma de la edad abandoné por no expulsar la obsesión de mi caracter.
Miro otra vez el retrato para dejarlo dormir, para no olvidar.

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