viernes, marzo 10, 2006

11 de marzo


El jueves 11 de marzo de 2004 me levanté temprano. Contrario a lo que acostumbrarba aquellos días, me levanté a las 8 y a las 9 de la mañana ya estaba en el comedor del colegio donde vivía para desayunar con Andrea, ese día una revista universitaria regalaría boletos para la premier de "La mala educación", la ahora penúltima obra de Almodóvar.
Mientras nos tomábamos un café y un pan tostado llegó Judith a contarnos que habían puesto unas bombas en trenes de la estación de Atocha en Madrid, lo había escuchado en el radio. A pocos minutos de ocurridas las explosiones la información era escasa, fueron trabajadores de los medios de comunicación que habitaban en las calles cercanas y aún se encontraban en casa, quienes proporcionaron la información del momento: fuertes estallidos, vagones reventados, gente corriendo, muertos y destrucción.
Fue ETA me dijo mi prejuicio de extranjera en un país marcado por más de treinta años de acciones de la organización vasca. Pregunté a Judith cuál era su "teoría" y me dijo que el ataque no tenía el sello de los etarras.
Por curioso o contradictorio que parezca, los ataques de ETA a blancos públicos (coches bomba, artefactos explosivos en tiendas departamentales o en lugares con alta concentración de gente) son anunciados con un promedio de 30 minutos antes de la explosión (a excepción de los blancos militares y políticos, quienes no se enteran, ni algunos ataques del inicio terrorista de la organización y más recientemente en 1987 cuando una bomba en una tienda de autoservicio dejó 21 muertos y más de 40 heridos).
En la sala estaban más de la mitad de los 166 residentes del colegio, mirando lo que los conductores del noticiario decían, lo cual era poco, repetían una y otra vez que había heridos, que estaban llegando las unidades de apoyo y los grupos de desactivación de explosivos. Al poco tiempo se supo que no sólo habían explotado trenes de Atocha, otros vagones de las cercanías de Santa Eugenia y El Pozo también fueron blanco del terrorismo. Uno de los vagones era de dos pisos y en él se contabilizó una buena parte de las víctimas.
La televisión fue una vergüenza, los programas de revista matinales, conducidos por sus cotorras conductoras, no aportaban información valiosa, fue hasta un par de horas después que el caos de la situación permitió claridad.
El escenario era increíble, cuatro trenes que se dirigían a la estación de Atocha, contenían 13 mochilas cargadas de bombas, que activadas a través de teléfonos celulares, explotaron en un intervalo de 4 minutos poco antes de las 8 horas. En esos trenes viajaban principalmente trabajadores y estudiantes.
Estudiantes como los que se encontraban paralizados ahí, en esa sala y en las facultades, calles y casas de España. La pregunta era ¿cómo han podido? ¿cómo atacar de esa forma a simples ciudadanos que iban en camino a ganarse la vida o a estudiar? Jóvenes como nosotros que cualquier día tomábamos el metro. José María Aznar en su discurso acusó a los autores (sin ser específico) de atacar a gente inocente sólo por el hecho de "ser españoles" y aseguró casi hasta el juramento que no pararía hasta descubrir y castigar a los responsables, pidió que no se dudara de ello.
La radio, encabezada por la Cadena Ser difundía las opiniones de sus locutores, muchos de ellos líderes de opinión y audiencia. Iñaki Gavilondo, el más importante de los periodistas de la radio no cesaba de acusar e insultar a ETA y sus militantes.
Mientras esperábamos la edición vespertina de los periódicos se declaraba luto nacional y suspensión de labores en algunas instituciones, en Valencia se suspendieron las primeras festividades de las Fallas y la actividad se hizo prácticamente nula, las calles estaban vacías y a lo largo del día no se recuperó la normalidad un minuto.
Los medios de comunicación repetían que en más de treinta años de "terrorismo de ETA" no se había visto acción comparable, nadie lo hubiera esperado, la organización pasaba por un mal momento y esto parecía un recurso desesperado por mantenerse en el mapa, para otros era un ultimátum al problema de la autonomía en el País Vasco. Pero la duda crecía y en la tarde se fueron conociendo datos sobre la posible implicación de Al Qaeda. Cuando Ángel Aceves, ministro del interior compareció cerca de las 7 de la noche, la inquietud era grande. Se llamó a asistir a una marcha al día siguiente "Con las víctimas, con la Constitución y por la derrota del terrorismo".
Millones de españoles salieron la tarde del viernes a manifestarse contra la masacre del día anterior, más de mil heridos y casi doscientos muertos (cifra variable que se actualizaba constantemente) ocasionados por las bombas, pero ¿las bombas de quién? Personas de todas las edades se unieron a las concentraciones realizadas en todos los pueblos y ciudades. Niños preguntaban por qué estaban ahí. También estaban la indignación y el dolor, las preguntas y las condenas ¿quién ha sido?, "Su guerra, nuestros muertos", "Aznar asesino", "ETA No". Aznar fue golpeado de frente por el reclamo en la participación de España en la invasión a Irak. Los que antes habían salido a las calles a decirle no a Irak, ahora salían para pedir respuestas, para reclamar que ignorara la negativa y la incertidumbre de encontrarse, tal vez, ante el terrorismo de un grupo islámico que acababa de demostrar su capacidad para matar. Muchas cosas ocurrieron esos días, incluido el sábado 13, día previo a las elecciones en que se elegiría al nuevo presidente el domingo 14. Tras una derrota marcada por el peor ataque terrorista en suelo español, José María Aznar no dejó de acusar a su oponente, José Luis Rodríguez Zapatero, de capitalizar la tragedia en su favor. El gobierno aznarista negó siempre haber ocultado información sobre los indicios que desde el jueves por la tarde apuntaban a Al Qaeda como posible responsable. Después de dos años se han llevado a cabo procesos contra los implicados, los que no murieron en un suicidio colectivo en el barrio de Leganés días posteriores al 11-M. Dos años después Aznar sigue negando la manipulación que ejerció, sentencia del Parlamento europeo, sobre los contenidos difundidos en los medios del Estado. Dos años más tarde ese hombre de bigote a la Franco (el dictador) sigue viajando por el mundo y en unas de esas ha caído en México para presentar su libro (es un ególatra mediocre que vive a la sombra de Bush necesitado de reconociemiento) y en fechas recientes para adular a Felipe Calderón (quién sabe lo que le habrán dado) y seguir contando en las noticias con López-Dóriga que las elecciones de 14 de marzo las ganó la infamia y el provecho que sacaron los socialistas (Aznar pertenece al Partido Popular) a base de mentiras e incriminaciones falsas. El 11 de marzo es una muestra de la ley de causa-efecto. Mientras los gobiernos occidentales sostengan posturas de poco respeto y oportunismo (ninguna nación se va a involucrar por nada) contra los otros (los diferentes, los orientales, los musulmanes, los que según ellos no respetan los derechos humanos ni las leyes que "deben" ser universales), no habrá paz, no la habrá para los familiares de los muertos, no la habrá para los que aún no han estado cerca de una bomba aún, hay una lista a la que podrían seguir tachando países. Esto más que una cuestión de terrorismo internacional y del islamismo y Bin Laden como personificación del mal, tiene que ver con la forma en que las relaciones de poder se convierten de redes a tentáculos donde el más grande intenta apoderarse de todo cuanto pueda.


La Cadena Ser tiene en su página de internet un archivo con las 80 horas de transmisión de los acontecimientos del 11 al 14 de marzo. http://www.cadenaser.com/static/especiales/
2005/sonidos11_14/index.html