domingo, marzo 27, 2005

aviso inoportuno

La Necia que escribe y llora se encuentra en una etapa de duelo. Alguien decidió que podía robarse partes de su vida. el proceso de recuperación está avanzado, pero no aseguro que la cicatriz se borre. duele mucho.

jueves, marzo 24, 2005

miércoles Distrito Federal

Yo nací aquí. viví aquí, aunque no me acuerde. Es uno de mis pensamientos mientras me doy cuenta de mi existencia en la ciudad. Mi padre también nació y creció ahí, en una calle paralela a la Calzada Zaragoza donde mi abuela cosntruyó una casa para que vivieran sus 8 hijos, bueno, sólo tres, los que tuvo con mi abuelo, a quien, por cierto, casi nunca veo.
Cada vez que paso paralelamente a esa calle, regresan los pocos recuerdos que tengo de la casa. Es verde y fuera hay un árbol de Hule, mi abuelo vive en el primer piso, en la pared de la sala hay un cuadro de él con mi abuela Mode y al lado un reloj en forma de gato negro. Una escalera en el patio lleva a la azotea desde donde se puede ver poco, la vista no es buena. En el patio hay un pequeño baño cuyo olor a humedad me fascina aún.
El autobús se aleja de la calle y yo de mis recuerdos. Ahora me encuentro apreciando las calles, llenas de coches, de casas viejas, grafiteadas, llenas del amog que se pega en todos lados, calles llenas de gente, de más de viente millones de gente.
Pienso en que al igual que yo, millones venimos de ahí, nacimos y luego nos fuimos, otros llegaron y ahí siguen a pesar de todo.
Cuando siento los tumbos que el asfalto provoca pienso que el suelo que pisamos es artificial, lo rellenaron para expandir la cuidad hace más de 500 años.
Es un hervidero, fascinante, increíble. En el Distrito Federal, Ciudad de México, la Capital, o simplemente México, como nos referimos todos, viven más personas de las que viven en países como Holanda, ni qué decir de los nórdicos.
En México la gente todavia camina por las calles con camisetas de Colosio, se toma un rato para echarse un taco en cualquier esquina y compra tres refrescos por diez pesos.
Cuando estoy ahí tengo sensaciones diversas, a veces me siento parte, a veces me siento turista, a veces me siento extraña.
Lo que más me gusta es el centro, el histórico, lleno de eso, de historia, de energía, de la vida de todos los que alguna vez hemos estado ahí. Me gusta caminar por las calles cercanas, esas con nombres de países como Rebública de Argentina o República de Brasil. En esas calles la gente compra sueños: vestidos de novia, de primera comunión, medallitas de oro, plata o imitación. Ahí a tres cuadras está Santo Domingo, a unas cuantas más está Bellas Artes, Palacio que se hunde poco a poco en el lago. Ahí está el kilómetro 1 del país, la Metropolitana, donde me bautizaron a los pocos meses de nacida, ahí está el Monte de Piedad.
Alguna vez México fueron seis o siete cuadras, lo vi en un mapa antiguo que muetra a la ciudad en el centro del lago, rodeada de agua, dice mi mamá que no hace tanto aún había canales en el centro.
En el centro las calles ha sufrido que ya no haya agua debajo, han sufrido los terremotos, han sufrido los años. Hay calles en las que si te paras al principio se puede ver cómo ondulan, cómo los edificios suben y bajan como montañas rusas, algunas se han separado, algunas se han caído, otras se caerán.
Antes también había jardines y había tranvías. Ahora hay unas cuantas jardineras, bicitaxis, vendedores de amuletos y plomeros que se sientan a un costado de la catedral en espera de que alguien los contrate para una chambita. Frente a ellos los turistas pagan cien pesos por subirse al turibus que los lleva a conocer el centro y Chapultepec.
En el otro costado hay un tianguis moderno, como los que había en la época de los aztecas. Se vende de todo: comida, crema y jabón de concha nacar, ropa y accesorios artesanales, posters, libros, burbujas, ilusión.
Un modesto barandal separa las ruinas del Templo Mayor, una guía le platica a dos turistas la historia de nuestros antepasados.
Yo me siento a ver las ruinas, a ver las cabezas de serpiente que como guardias, siguen al pie de la construcción cuidándola. Me siento al calor del sol de la tarde saliente y pienso en las veces que he estado ahí y de los distinto que luce el lugar siempre. Me pregunto lo que piensan los extranjeros que al igual que yo contemplan equella fantasía que parece salida de algún cuento. Tal vez se maravillen como yo al estar frente a la historia de otros.
Llega el momento de irse y entrar en la estación del metro me despierta. Con miles de personas comparto el espacio escaso, pasillos y andenes. Llega un tren, está repleto, repleto. No baja nadie, nadie puede subir. Un hombre se acerca, empuja y se acomoda con dificultad, las puertas se cierran y hay que esperar al siguiente. Nunca había visto algo así. Del otro lado de las vías veo a un hombre con rasgos orientales y pienso si los chinos tendrán los mismos problemas se transporte al ser tantos, muchos más que nosotros.
alcanzo lugar en el tercer tren. Una, dos, tres estaciones, subo al autobús y me alejo del distrito Federal, vuelvo a mi casa, lejos, más lejos que los 40 kilómetros de distancia que hay en medio.

martes, marzo 22, 2005

Dogville o pueblo de perros

Hace ya un buen rato que se estrenó, pero yo la vi el fin de semana pasado. Me gustó que las casas fueran sólo rayas delimitando el espacio en que cada personaje tenía su mundo. El ciego tiene un hermoso sol tras las cortinas. Elm Street los une como la columna vertebral. Grace intenta robar el hueso del perro del pueblo. parece una obra de teatro grabada para el cine, me gusta que, como deseaba el director, te olvidas de los escenarios, no tienes esas distacciones, lo abstracto no pudo funcionar mejor en ningún otro lugar mas que en Gogville.
Dogville o pueblo perro, pueblo de perros. Dicen que perro no come perro, eso es un refrán, pero como el agua que no has de beber, el que madruga, y todos los demás, este también está hecho para los humanos.
Tom ve a Grace como un regalo, para ejemplificar su filosofía. Grace se regala, se entrega, hace todo lo necesario porque la quieran, porque no la entreguen. Todo hasta el límite. Grace acepta todas las demandas, los abusos. Tal vez por amor es que perdona, que acepta, su padre la acusa de soberbia. Pero como todos, Grace también sabe odiar y olvidar no siempre es una opción. La revancha sí.
Es verdad que el ser humano suele abusar en cuanto siente un poco de poder, lo hacemos todos, en algún momento, la ley del fuerte sobre el débil. el poder corrompe, el miedo lleva al lado oscuro. Las películas nos reflejan tan bien. aislados o en medio de la ciudad, la naturaleza humana nos posee. el fuego purifica, no a los otros, a tí mismo, a ti que quieres vengarte. mentira, no purifica, pero qué bien sabe la revancha. hay cosas que tienes que hacer tú mismo.
En Dogville cabemos todos.

lunes, marzo 21, 2005

a las 12

Se paró de la cama y se dio cuenta que no tenía nada. Pasó una hora mirándo al espejo, tratando de reconocerse, de convencerse de que el reflejo era suyo, siempre lo había sido aunque fueran extrañas. ya era tarde y estaba cansada, toda la vida dándole vuelta al asunto. Caminó mucho para iniciarlo. Ahí, sentada tiempo después lo perdió todo. R le dice "tienes razón". Tiene razón. Estaba ansiosa de tanto. Alguna vez soñó. Se preguntaba muchas cosas. Se daba cuenta de más aún. Alguna vez pensó que podía andar y andar, así, sólo andar. Ahora estaba atrapada en la conciencia de saber que sí, tenía razón, mucho tuvo que pasar para darse cuenta, mucho tuvo que caer y que chocar. Entre la soledad y la ventana pasó noches y mañanas despertando cada vez un poco. Cuando caminaba hacia la playa ya sabía lo que pasaría, así tenía que ser. El invierno casi terminaba. Ese callejón no le pareció amenazador. Cuando dijo adiós cerró la puerta y creyó olvidar. En poco tiempo todo se condensa, ganarle tiempo al tiempo no se puede, con fuerza, sin que te se diera cuenta. Habla por teléfono, qué bueno que las lágrimas no suenan. Sabría lo que hizo, tres meses. Guárdalo, en lo profundo, junto a esos pedazos. Guárdalo porque es precioso. No pienses en los detalles. No sabe si mejor, sólo... no sigas, no pasa nada, ella es como es, pero ella no la acepta. ¿será como ella?. Ya lo descubrirá. En todo caso no será la única. Nunca la primera. No hay tristeza, se terminó hace siete días. Muerde la tira en la ausencia, va al baño. Ella le mintió, la dejó sóla y rota. La traicionó. Tomó la chispa, la memoria, la ignorancia, la espera, dejó la vela, la sombra y el cuerpo. Mañana despertar de nuevo. Se para de la cama.

sábado, marzo 19, 2005

el corazón

La sangre bombeaba con fuerza. Se acostó sobre su pecho y al escuchar los latidos quiso sacarle el corazón, sujetarlo entre las manos hasta que el ritmo descendiera y llegara el sueño.
Esperó el momento indicado para, en el punto más profundo de su sueño, confesarle lo que antes el brillo de la luna le había impedido.
En silencio observó desde la oscuridad, deseó nunca haber deseado, se arrepintió, cedió inevitablemente. Abrió con fuerza, ahí la estaba esperando.

Al fin!!!

Pequeña intervención para felicitarme a mí misma por los días que vienen. Estoy en mi primer día de vacaciones y como nunca estoy contenta de tenerlas. Es raro cómo nunca antes me gustaron las vacaciones, supongo que mi trabajo y mi jefa Madeleine (a la que tengo en alta estima) son a quien debo agradecer este cambio repentino en mi. De verdad que no pensé que algúna vez me gustarían las vacaciones, pero desde que mi rutina de trabajo (lo sé, tres días a la semana de 10 a 3 pm no es tanto) me puso los pies en el suelo con respecto a la vida después de la universidad, o sea, la vidad de verdad, no me queda más que agradecer cada vez que puedo volver a hacer de mi vida y de mi tiempo lo que me de la gana. Sí, creo que mi segundo pecado es la pereza.

martes, marzo 08, 2005

leve

leve y sin mucho que hacer he pasado mis últimos días en este mundo. Sin grandes planes para el resto de mi vida, llega mi amigo Valente y me pregunta qué hago. Le respondo que escribir en mi blog sobre mi miseria. Por suerte tengo algo en qué vaciar mi ya vacía existencia. La felicidad del día me vació. Pero también me llenó. Luego de meses lo he visto en movimiento, la bendición de la tecnología que me rezaga también me regala momentos como los de hoy de vez en cuando.
Verlo ahí tan lejos y tan cerca pro un momento hace olvidar la nostalgia de no tenerlo cerca. Pero lo veo bien y me hace feliz.